SER O NO SER: DUELO & MELANCOLÍA

No hay regreso.

Pero siempre queda un viaje de vuelta

hacia ciertas cosas anteriores,

que ya son otras

 y sin embargo nos llaman

 con un signo similar al de antes.

Nada cambia del todo.

Lo que no cambia en aquello que cambia

 saluda nuestro viaje hacia atrás,

celebra lo que no cambia en nosotros,

su abismal permanencia en el fondo,

su intemporal fidelidad.

Hay pétalos que no abandonan a la flor

ni cuando se marchita.

Roberto Juarroz. Decimocuarta poesía vertical, poema 82.

 

El dolor de existir es incurable. En tanto seres del lenguaje, no podemos escapar de los efectos que el lenguaje tiene sobre nosotros. Digo “los efectos” porque “el” lenguaje no existe; sólo nos llegan los efectos que emanan de él.

 El psicoanálisis lacaniano se funda en esta afirmación, y –en tanto “ciencia de lo Real”- se propone  matematizar/formalizar en su clínica, es decir, las herramientas que el (A)nalista cuenta al operar con su técnica, obviamente, mediante transferencia. Todos los seminarios (y Escritos) que Lacan dictó/escribió van precisamente en esa dirección. No es casual que uno de los textos más importantes del maestro francés se titule “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Si leemos (a) la letra que nos convoca, los principios del poder que tiene el análisis van en dirección hacia la cura que  -lejos de existir, como ya dijimos- es el horizonte donde apuntamos con todo el rigor teórico de nuestra disciplina.  

La enfermedad es el padecimiento estructural, el ingreso del lenguaje al cuerpo, la palabra -o mejor dicho, la sustancia gozante- que se apodera del Sujeto, haciéndose presencia/ausencia en el discurso del Otro. Lo extraño es justamente hablar: nuestro decir está hecho de palabras que no nos pertenecen. Hay una sustancia que se interpone entre el Sujeto y el Otro, producto del choque entre la lalengua y el muro del lenguaje.

La angustia no tendría su razón de ser sin el velo mediante el cual la belleza –o su contracara, el horror- no podrían expresarse. Después de todo, lo inconsciente es una manifestación del Uno con el Otro//otro. Recordemos el famoso “Guernica” de Pablo Picasso. En un momento, le preguntan al pintor ¿acaso Ud hizo esto? Y él contesta a los soldados Franquistas –sin soberbia ni petulancia alguna- “no, ustedes hicieron esto”.



Es claro que el artista español nos enseña que el duelo es tan solo un espejo donde tenemos que vernos/matarnos. Y no solamente nosotros, “el Yo” de cada uno. Podemos pensar la falta-en-ser que nos constituye y nos atraviesa como sujetos del lenguaje; eso que creímos ser/ construimos para el Otro. Algo nos une, pero también nos separa: el lazo con los demás es siempre fallado. “La melancolía de morir en este mundo y de vivir sin una estúpida razón”, Ideal que se opone no sólo a toda cura psicoanalítica sino que es el lugar donde el lazo al Otro/otro queda a merced de la nada misma.  El duelo que no puede hacer la llamada “La neurosis narcisista”, como dice Yankelevich es el duelo por el objeto que uno ha sido para sus padres. La imposibilidad de sujetarse de otro modo al Otro, ¿ no es la quebradura del Yo?

Hablar es hablar(le) a otros. Pero implica necesariamente haber sido hablado por el Otro. El duelo en el análisis tiene que ver con abandonar ese lugar fálico y sufriente–la cura después de todo, deshace esas identificaciones- con que fuimos hablados/amados.  

 

Juan Pablo Moscardi

Ser o no Ser

(duelo & melancolía)

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