El ACTO ANALÍTICO: (DAR) LA CASTRACIÓN

“El acto analítico atañe,

y muy directamente,

 a los que no hacen de él profesión”

Jacques Lacan

Seminario XV. Sesión del 22.11.1967

 

“El acto es aquello

por lo cual el psicoanalista

 se compromete a responder de él”

Jacques Lacan

“El Psicoanálisis. Razón de un Fracaso”. 15.12.1967

 

 

El oficio –y no digo profesión, porque no es lo mismo-  del analista, implica una posición a sostener en la dirección de la cura, donde el acto analítico producirá su obra: el sujeto del deseo. “Ser psicoanalista es estar en una posición responsable, la más responsable de todas, en tanto él es aquel, a quien es confiada la operación, de una conversión ética radical, aquella que introduce al sujeto en el orden del deseo” (1). Sin embargo,  el ejercicio de la posición analítica nos lleva a plantearnos: ¿cuál es la razón del acto analítico? ¿Por qué se trata de la ética del deseo? ¿Analizar es curar? ¿Qué alcance tiene la responsabilidad del analista?

Aclaro prima facie que esta es mi propia visión, no pretendo ser exhaustivo, sólo decir cuál es mi postura sobre este tema. Me voy a referir a algunos textos y clases de algunos seminarios, de donde llego a la conclusión que el acto analítico es (dar) la castración.  

En principio, digamos que quien consulta a un psicoanalista lo hace porque sufre, aunque los motivos que el paciente aduce acerca de ese sufrimiento no son la causa del mismo. Con esto quiero decir por ejemplo, que alguien puede estar sufriendo porque “quiere divorciarse y no puede”. Pero el analista –como dije anteriormente- sabe que el problema no está en lo dicho; porque si fuera así, si el paciente supiera cuál es el mal que lo aqueja, no tendría motivos para iniciar un análisis.  Entonces, ¿Cuál es el asunto?: El analista sólo le pide al paciente que hable, que diga cualquier cosa. En este punto es donde afirmo nuevamente que analizar no es una profesión, porque el analista solamente escucha –y opera con- el material de cada sesión. La posición del analista es –como dice Roberto Harari- una “basura decidida”; lo cual implica que para estar en ese lugar deberá suspender sus creencias, prejuicios, ideales, etc etc, de manera de poder escuchar el sufrimiento del paciente sin involucrase personalmente.



Ahora bien, ¿Qué escucha un analista? ¿Qué hace al escuchar? El problema del psicoanálisis es que se enfrenta a un sufrimiento que rechaza; por no decir aloja, para despojarlo después. Lacan dice al respecto: “este penar de más, es la única justificación de nuestra intervención”(2). Se trata de escuchar “un mal de sobra”, ésta es la cuestión ética. De lo contrario estaríamos en un terreno moral.  El paciente sufre de un dolor de más, del cual no sabe por qué, por eso va a un analista, quien solo se dispone a escucharlo. “Hay entre transferencia y sugestión, éste es el descubrimiento de Freud, una relación, y es que la transferencia es también una sugestión; pero una sugestión que no se ejerce sino a partir de la demanda de amor, que no es demanda de ninguna necesidad”(3). Por lo que tenemos que enlazar la ética, la escucha y la transferencia. ¿Por qué? Justamente porque el analista escucha –y responde- solamente a la demanda de análisis: a ese sufrimiento excesivo, lo único que justifica su intervención porque lo que está en juego en el acto de analizar –bajo transferencia- es el precio que el neurótico no quiere asumir, a costa de su padecimiento.  “El verdadero objeto que busca el neurótico es una demanda que quiere que se le demande. Quiere que le supliquen. Lo único que no quiere es pagar el precio”(4)

Por ende, ya podemos advertir cuál es la responsabilidad del analista al escuchar el padecimiento del sujeto. Cito nuevamente a Lacan: “Lo que el neurótico no quiere, y lo que rechaza con encarnizamiento hasta el final del análisis es sacrificar su castración al goce del Otro, dejándola servir para ello. (…) La castración quiere decir que es preciso que el goce sea rechazado, para que pueda ser alcanzado en la escala invertida de la Ley del deseo”(5)

El acto analítico es (dar) la castración, la misma de la cual el neurótico rehúye, por no poder pagar para liberarse de ese penar de más. El analista se compromete entonces a rechazar el goce, ese sufrimiento de más, para devolverle al sujeto su deseo. Este pasaje de un lugar sufriente al deseo no es sencillo. 

¿Cuál sería sino la tarea del analista? ¿Por qué se le paga? 

La respuesta es simple pero a la vez compleja: ayudar al que el sujeto se libere de ese padecimiento y se encuentre con su deseo. Esto no implica que haya cura, que no haya más sufrimiento, eso es imposible, por más análisis que uno haga. Solamente quita ese "penar de más". Ése es el precio de analizar-se: (dar) la castración.

Al respecto, cierro con otra cita de Lacan: “Es muy cierto que nuestra justificación, así como nuestro deber, es mejorar la posición del sujeto. Pero yo sostengo que nada es más vacilante, en el campo en que nos encontramos, que el concepto de curación”(6)

Juan Pablo Moscardi

El acto analítico: (dar) la castración

(1)    Jacques Lacan. Seminario 12. Sesión del 5 de mayo de 1965.

(2)    Jacques Lacan. Seminario 11. Sesión del 6 de mayo de 1964

(3)    Jacques Lacan. La dirección de la cura y los principios de su poder. Escritos.

(4)    Jacques Lacan. Seminario 10. Sesión del 5 de diciembre de 1962.

(5)    Jacques Lacan. Subversión del Sujeto y la  dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano.Escritos 2.

(6)    Jacques Lacan. Seminario 10. Sesión del 12 de diciembre de 1962


HUMOR: TUTE

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