LA VERDAD ES SOLIDARIA DE LO REAL
“Intento promover
aquí como necesario
para la comprensión de
nuestra experiencia (…)
se trata menos de
recordar que de reescribir la historia”
Jacques Lacan,
seminario 1, 1954.
En el análisis se trata de decir/escuchar
algo nuevo: aquello de lo que se habla pero no se sabe. Lo inconsciente no es
ningún descubrimiento, es un invento: en el dispositivo siempre se trata del
saber-no-sabido a la espera de nacer.
Sin embargo, hay muchos analistas –no
solo el común de la gente- que creen que lo inconsciente es algo olvidado, que
se encuentra bajo las fuerzas de la represión. Yo creo que la represión –como decíamos
el otro día en en el grupo de Estudio- es del analista. La represión no es más que la
resistencia del analista a leer el trazo del sujeto. Del lado del paciente
hay claramente resistencia(s), pero el trabajo del analista es lidiar con eso.
Porque si una persona acude a un psicoanalista es porque sufre, incluso por no
saber porqué sufre.
Traigo algunas citas de la enseñanza de
Lacan.
“La manera justa de
contestar a la pregunta ¿Quién habla? Cuando se trata del sujeto del
inconsciente, (...) esta respuesta no podría venir de él, si él no sabe lo que
dice, ni siquiera que habla, como la experiencia del análisis entera nos lo enseña”-
La subversión del sujeto y la dialéctica del deseo. 1961
En el seminario 16, en la clase del 4 de
diciembre de 1968, Lacan enuncia que “El Otro da únicamente la estofa
del sujeto, es decir, su topología, aquello por lo que el sujeto introduce por
cierto una subversión, pero que no es sólo la de él (…) Ahora bien, en el punto preciso que nos interesa, no hay sujeto más que de un
decir. (…) Si lo que hacemos nosotros, analistas, opera, es justamente
porque el sufrimiento no es el sufrimiento. (…) Hay sufrimiento que está hecho,
es decir, que encubre un decir. Por esta ambigüedad se refuta que sea
insuperable en su manifestación. El sufrimiento quiere ser síntoma, que significa
verdad.”
En el mismo
seminario, en la clase del 5 de marzo de 1969 leemos: “Al revés de nuestra
experiencia, puede decirse que el saber es lo que falta a la verdad. (…) lo
real –tal como lo definí- es lo que vuelve siempre al mismo lugar”
En este
punto, es interesante leer este fragmento con algo que el maestro francés
enuncia en Television (1973) “Yo digo siempre la verdad: no toda, puesto
que, decirla toda, no alcanzamos. Decirla toda es imposible, materialmente: las
palabras faltan para ello. Incluso por ese imposible es que la verdad es
solidaria de lo real”
Años
después, en el seminario 23, en la primera clase, el 18 de noviembre de 1975 dirá: “Las pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir”
En la
primera clase del seminario 25 –en el final de su enseñanza- Lacan define al
psicoanálisis como “una práctica de charlatanería”: se trata de una
charla entre analista y analizante. Y agrega en esa misma clase que “lo
inconsciente, es muy precisamente la hipótesis de que no se sueña solamente
cuando se duerme” En la clase 3 enuncia: “Decir es otra cosa que hablar. El analizante habla, hace poesía. Hace
poesía cuando llega –es poco frecuente pero es arte- corto porque no quiero
decir “es tarde”. El analista, él,
zanja. Lo que dice es corte, es decir participa de la escritura, en esto
precisamente: que para él equivoca la ortografía, por un modo diferente de
escribir, sueña otra cosa que lo que es dicho, que lo que es dicho con
intención de decir, es decir conscientemente, aún cuando esa consciencia vaya
bien lejos. Es por eso que digo que, ni en lo que dice el analizante ni en lo
que dice el analista hay otra cosa que escritura. Esa consciencia no llega
lejos, no se sabe lo que se dice cuando se habla. (…) El hecho de haber
enunciado la palabra inconsciente, no es nada más que la poesía con la cual se
hace la historia”
Entonces
tenemos varias cuestiones, que intentaré dilucidar y articular.
Tenemos por
un lado el problema del saber, la verdad, y lo real. Podemos decir al respecto,
que no hay un saber. A diferencia de los animales, los humanos tenemos -y
construimos- un saber que está hecho por palabras. O para enunciarlo de otro
modo, hay una falla en el lenguaje, y esa falla hace que el saber sea
imperfecto. El Otro, el lenguaje, está agujereado. De aquí se explica que ningún
animal salvaje (o logrado) tiene problemas con su real porque no están
atravesados por el lenguaje, no hablan. En cambio en los humanos, la relación
con lo real cambia porque queda mediatizado por lo simbólico, por la palabra. Se
entiende entonces por qué la verdad es imposible decirla toda, y cada sujeto
tiene una relación diferente con la palabra: “no hay relación sexual [textual]”.
Como
consecuencia del cambio que opera en lo real –para enunciarlo en términos más técnicos-
por el ingreso del significante fálico, se produce una subversión del sujeto -que
como refiere Lacan- quedará supeditado la pulsión, a la demanda del Otro. Y
esto es fundamental porque, como dije anteriormente, depende de cómo resuene el
decir del Otro…al cual quedará “sujetada” la satisfacción pulsional. El objeto
de la demanda y la satisfacción no siempre van de la mano. Nunca vi a una vaca
con problemas de bulimia, o que coma algo que le haga mal. Los sujetos, al
estar comandados por este decir del Otro, hace que a veces comamos de más (o de
menos). Y no sólo en este aspecto, sino en todo lo que hacemos.
Para
ilustrar mejor estos conceptos, -y comentar la última cita del seminario 25 de
Lacan- voy a dar un ejemplo. Me voy a referir a Juana, una mujer de 30 años, a
quien conozco hace mucho tiempo. Es arquitecta, y sufre porque para poder
sostenerse económicamente tiene –además de su trabajo en un Estudio de
Arquitectura- otro trabajo que nada tiene que ver con su profesión.. Me cuenta
que está a disgusto, quiere irse, no aguanta más, que se lleva mal con sus
compañeros, que no se siente bien, que a raíz de la pandemia no les pagan como
antes, etc etc. Le digo, bueno, hace mucho tiempo que trabajás en ese lugar, y
con mucho esfuerzo laburaste y estudiaste, te recibiste. Como otras veces me
contaste, en tus palabras, la gente que está ahí “tienen una vida de mierda
porque en el horizonte no tienen nada más allá de la empresa”. No es el caso
tuyo ¿o no?. A lo que me dice: “me jode que me echen en cara que por qué
trabajo ahí siendo profesional”. Le contesto que ella “no nació ni va a
morir en ahí” porque justamente tiene un proyecto profesional. ¿De dónde
viene tu malestar? Seguramente no es por
ese trabajo, cuando puedas ir creciendo profesionalmente, renunciás y ya está. “¡mi
vida no vale nada!” me responde gritando. Y luego me dice, entre sollozos: “no
aguanto más, me quiero ir. Voy a ir a una psiquiatra para que me medique para
no sentir más dolor”
Muy
sorprendido –y conmovido- al escuchar eso, muy cuidadosamente le contesté: se
ve que el problema no es el trabajo, sino la vida que ténes, que no “vale nada”.
¿Te oís al hablar? ¡Hace 3 meses te diagnosticaron un cáncer, saliste bien
de la operación y crees que tu vida no vale nada! No puedo creerlo.
Le ofrezco
un vaso de agua y le pregunto, muy suavemente: ¿qué te duele tanto? ¿qué te
pasó que andas tan dolida?
Me cuenta
que fue al Banco a buscar su tarjeta de crédito y por esas cosas, no encontraban la tarjeta. Después de mucho
tiempo de espera una empleada le dijo “está en el casillero de otro apellido” y
lo lee en voz alta. En ese momento al escuchar el apellido, que era el de su
madre, desató su furia. (Ella no tiene trato con su madre, tampoco con su
padre) Y hace algunos años tomó la decisión de quitar el apellido de su madre
de su DNI.
A esta
altura le digo: bueno, se equivocaron los del Banco, pero en vez de estallar y
hacerte mala sangre, podías haber presentado un descargo y nada más. Estás
enojada con tu pasado, y eso es lo que te tiene muy mal. Obviamente esto no
quiere decir que en tu trabajo no haya problemas. Pero tu presente ahora es
diferente, sos arquitecta, profesional. Ya verás cómo ir avanzando con eso, te
va a llevar tiempo, hasta que puedas renunciar a ese laburo para dedicarte a lo
tuyo. Y ese es un logro que tendrías que empezar a disfrutar, aunque tus viejos
no te hayan alentado, y eso te duela, no tiene por qué seguir doliéndote. Yo no
voy a ayudarte para que te hagas mierda, ni para que te regocijes en la queja.
Si para tus padres tu vida no vale nada, para mí sí tiene un valor, y para vos
también.
Luego me fui
y le envié un whassapp con el link de una canción (*). Si bien no puedo saber específicamente
qué efectos habían tenido mis palabras sobre ella, estaba seguro que en algún
momento se iba a acordar de esa charla que tuvimos. Y le dije, por último, que
lo mejor que podía hacer por ella misma, es llamar a su analista.
Juana sigue
siendo tomada por ese decir del Otro “no sos nada” “no vas a llegar a nada”.
Pese a haber logrado recibirse, cree
que su destino es tener ese trabajo, donde le recuerdan, le echan en cara, que
es profesional. El problema no es que sus compañeros de trabajo se lo digan,
sino que ella lee/escribe de acuerdo a ese decir del Otro cuando enuncia “mi
vida no vale nada”. La función de un analista es precisamente equivocar la
ortografía, reescribir ese Real, para que no vuelva siempre al mismo lugar.
El sujeto de
lo inconsciente no es la persona. Esta es una idea subversiva, justamente
porque toda la enseñanza y la obra de Lacan se funda en que el sujeto no habla,
sino que es hablado por el Otro del lenguaje.
Volviendo al
caso de Juana, ella no sabe lo que dice cuando habla. Su posición subjetiva es
tal que, para satisfacer la Demanda del Otro, “no sos nada”, sigue sufriendo. Es allí donde el analista
deberá sostener el “mi vida no vale nada”, para que el sujeto pueda enunciar
ese real de otra manera “mi vida en el pasado ha sido muy difícil, pero hoy
vale mucho.”
Todo conflicto
neurótico radica en que no se banca que -como sujetos- somos producto de una equivocación,
una falta (de ortografía, en la escritura) en el Otro.
Hablar no es decir
[La verdad es solidaria de lo real]
(*)https://youtu.be/5wNzQp_rAck
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