LAS PULSIONES SON MUDAS II


“Así me dijo el demonio una vez:

«También Dios tiene su infierno: 

es su amor a los hombres»”.

F.Nietzsche.

 Así habló Zaratustra


 “La pulsión que no es la palabra, sin embargo ambas se corresponden mutuamente” sostuve en un texto que escribí. (1). A lo largo de toda la obra de Jacques Lacan encontré –como cité anteriormente- muchos pasajes de donde se puede inferir que la pulsión es muda. Sin embargo, hoy me gustaría presentar y articular este concepto fundamental del psicoanálisis con otros, principalmente con el significante. Ante todo, el ser humano (parletre) habita el lenguaje: es hablado por el Otro. En función de esto podemos conceptualizar a la pulsión, diferenciándola del instinto. Los animales salvajes (o logrados) al no estar atravesados por el lenguaje, satisfacen sus necesidades sin problemas porque no tienen conflicto con su objeto. Y además son inmortales, no saben de la muerte

Tengamos en cuenta estos términos,  lenguaje, necesidades, saber, objeto y muerte. Veremos seguidamente de qué manera se articulan con la pulsión y el significante.

En cuanto al primero de ellos, en la enseñanza lacaniana leemos que “la primera de nuestras reglas es no preguntar en ningún caso por el origen del lenguaje, aunque sólo sea porque se demuestra suficientemente por sus efectos. Cuanto más lejos vamos en cuanto a sus efectos, más emerge dicho origen. El efecto del lenguaje es retroactivo, precisamente porque a medida que se desarrolla manifiesta la falta de ser” (2). Para el psicoanálisis no hay ser, sino falta-en-ser, el ser está atravesado, agujerado por el lenguaje. Sebastián Minuet sostiene en relación a esto que “nada es más compacto que una falla. Cualquier conjunto puede cubrir un vacío Ø “. (3)Volveré sobre esta idea a posteriori.

Lacan decía que el lenguaje es la condición de lo inconsciente. Y en otro momento de su obra planteaba que: “el inconsciente a partir de Freud, es una cadena de significantes que en algún sitio (en otro escenario, escribe él) se repite e insiste para interferir en los cortes que le ofrece el discurso efectivo y la cogitación que él informa. (…) En esta fórmula (…) el término decisivo es el significante (…) para determinar las vertientes más radicales de los efectos del lenguaje” (4)

Con lo cual (la hipótesis de) lo inconsciente “estructurado como un lenguaje” se verifica siendo el Discurso del Otro, portador de significantes. La pulsión no es stricto sensu la palabra, sino que está ligada al significante (que tampoco es la palabra). El sujeto no habla sino que es hablado por el Otro del lenguaje.

Retomando la idea de Minuet, la pulsión se organiza alrededor de un vacío justamente porque nace a partir de un significante faltante en el conjunto (el lenguaje). Lacan dirá que “[si nuestra gráfica completa nos permite situar a] la pulsión como tesoro de los significantes, su notación como ($D) mantiene su estructura ligándola a la diacronía. Es lo que adviene de la demanda cuando el sujeto se desvanece en ella. Que la demanda desaparece también, es cosa que se sobreentiende, con la salvedad que queda el corte, pues éste permanece presente en lo que distingue a la pulsión de la función orgánica que habita: a saber su artificio gramatical, tan manifiesto en las reversiones de su articulación con la fuente tanto como con el objeto”  (5)



En este mismo orden de ideas, en el seminario 11 encuentro que “el objeto de la pulsión debe situarse en el plano de lo que llamé metafóricamente una subjetivización acéfala, una subjetivización sin sujeto, un hueso, una estructura, un trazado, que representa una faz de la topología. La otra faz es la que hace del sujeto debido a sus relaciones con el significante, un sujeto agujereado. Estos agujeros, estos huecos, han de provenir de alguna parte” (6)

Entonces: hay una falla en el lenguaje, un faltante en el tesoro de los significantes a partir del cual el sujeto quedará co-mandado por la Demanda del Otro. En este punto es importante subrayar que la pulsión es lo que adviene [de la demanda], cuando [el sujeto] se desvanece en ella; es un empuje, una fuerza constante, una gramática recortada por el significante. El sujeto a-parece allí en el corte, en la otra faz, por sus relaciones con el significante, queda agujereado. Como dice Isidoro Vegh: este intrincamiento pulsional implica -es otra manera de decirlo- la eficacia de la castración del Otro (7)

Entonces: la pulsión es una gramática muda que adviene de la Demanda; aquello que se inscribe en el significante que (por sí solo no significa nada)  representa al sujeto para otro(s) significante(s). Podríamos afirmar que no hay pulsión sin vacío (previo), de donde nacerá posteriormente la palabra (del Otro).  Lo que llega como la palabra no es qué se dice, sino cómo se dice; laas pulsiones son mudas porque la palabra del Otro, nunca coincide con lo que (se) dice. 

Siguiendo en la lectura del texto: “el instinto, entre los modos de conocimiento que la naturaleza exige de lo vivo para que satisfaga sus necesidades, se define como aquél conocimiento en el que admiramos el no poder ser un saber. Pero lo que se trata en Freud es de otra cosa, que ciertamente es un saber, pero un saber que no comporta el menor conocimiento, en cuanto está inscrito en un discurso del cual, a la manera de un esclavo-mensajero del uso antiguo, el sujeto que lleva bajo su cabellera su codicilo que le condena a muerte no sabe ni su sentido ni su texto, ni en qué lengua está escrito, ni siquiera que lo han tatuado en su cuero cabelludo rasurado mientras dormía” (8)

El instinto es un conocimiento perfecto: no tiene fallas, a diferencia de la pulsión que, como efecto del lenguaje, se inscribe en un discurso a partir del cual se construirá un saber, agujereado por el significante. Además, el instinto es de vida, de supervivencia; y la pulsión es de muerte: tal como se refiere la metáfora, el sujeto no sabe el mensaje que lleva inscripto del discurso del Otro. Lacan sostiene al respecto que “como el propio Freud escribió, la pulsión es sin duda mitológica. Pero no lo es la suposición de que un sujeto se satisface en ella”. (9) ¿Qué se satisface en la pulsión? A mi entender esta última cita podemos ligarla con algo que el maestro francés enuncia en otro momento de su enseñanza: “Lo que llamamos lo humano sólo puede ser definido (…) [como] aquello que de lo real padece del significante” (10)

Es decir, el significante designa al sujeto de la enunciación pero no lo significa. En el análisis, el sujeto puede enunciar, por ejemplo: “quiero pegarme un tiro en la cabeza” pero ese enunciado es mudo: no significa nada si el analista no lo escucha. Para hacerlo significante –y leer el texto que el sujeto lleva tatuado aunque no sepa- habría que interrogar ¿por qué lo decís? Eso que empuja al sujeto a hablar es la pulsión, y es muda, por eso el analista puede leerla en voz alta.

Sobre este aspecto Marcelo Augusto Pérez dice algo muy interesante: “la cultura es el malestar porque las pulsiones -que vienen de lo real- no responden adecuadamente a los significantes, a los Ideales. Yo puedo querer tener una familia, un perro y un coche; pero resulta que -pulsión mediante- lo único que logro es tener una bicicleta y un hamster. Y con eso, quizás, tenga que ver cómo me ubico en mi subjetividad y en los lazos para con el otro” (11)



Vemos entonces que la Demanda del Otro, al inscribirse en el significante que representa al sujeto para otro significante,  no puede ser colmada.

Lacan nos orienta en este punto cuando enuncia que  “El neurótico en efecto, [histérico, obsesivo o más radicalmente fóbico] es aquel que identifica la falta del Otro con su demanda, Φ con D. Resulta de ello que la demanda del Otro toma función de objeto en su fantasma, es decir que su fantasma se reduce a la pulsión: ($D)" (12)

Entonces, aquello que el neurótico prefiere ignorar -aunque sufra- es que el Otro está castrado. O para decirlo en otros términos, la barradura del significante, la palabra que lo descompleta: la voz del Otro (la pulsión fonante diría Roberto Harari) no es la palabra. ¿Aquello que llega desde del Otro es la pulsión, la palabra o el significante?

Si vamos al seminario X, Lacan nos orienta: “Todo lo que el sujeto recibe del Otro por medio del lenguaje, la experiencia ordinaria es que lo recibe bajo forma vocal. Pero (…) el lenguaje no es vocalización, vean los sordos. Sin embargo, creo que podemos avanzar en el sentido de que una relación más que de accidente liga el lenguaje a una sonoridad. (…) No lo sabemos todo sobre el funcionamiento de nuestro oído, pero de todos modos sabemos que el caracol es un resonador, resonador complejo, o compuesto si quieren, pero, en fin, un resonador. (…) Es el aparato el que resuena. No resuena a cualquier cosa, resuena, si quieren, para no complicar demasiado las cosas, a su nota, a su frecuencia propia. (…) Todo esto no tiene otro interés que el de metáfora. Si la voz, en el sentido en que la entendemos, tiene una importancia, no es por resonar en ningún vacío espacial, (…) resuena en un vacío que es el vacío del Otro como tal, el ex-nihilo, para hablar con propiedad. La voz responde a lo que se dice, pero no puede responder por ello. Dicho de otro modo: para que ella responda, debemos incorporar la voz como la alteridad de lo que se dice. (…) La verdad entra en el mundo con el significante y antes de todo control. Ella se prueba, se refleja solamente por sus ecos en lo real. Ahora bien, es en ese vacío que la voz en tanto que distinta de las sonoridades, voz no modulada, pero articulada, resuena. La voz de la que se trata, es la voz en tanto que imperativa, en tanto que reclama obediencia o convicción, que se sitúa, no por relación a la música, sino por relación a la palabra.(…) Una voz, entonces, no se asimila, pero se incorpora, esto es lo que puede darle una función para modelar nuestro vacío” (13)

El analista porta la palabra para castrar a la pulsión que acorrala al deseo. En un análisis se trata –como dice un aforimo lacaniano- de escribir un nuevo significante que represente al sujeto, de ayudarlo a que encuentre el deseo. Pero el analista en realidad trabaja con la pulsión: la mudez de la palabra, con la palabra hablada en tanto proveniente del significante que -por sí solo- no significa nada. 

Para cerrar, no casualmente Lacan declaró en una entrevista que: “el neurótico es un enfermo que se cura con la palabra, ante todo con la suya. (…)  La técnica consiste en saber medir la ayuda que uno da al analizante; es por esto que el psicoanálisis es difícil” (14)


Juan Pablo Moscardi

Las pulsiones son mudas II

[Las pulsiones y los significantes]


Citas:

1.   https://psicotextual.blogspot.com/2021/07/las-pulsiones-son-mudas.html?m=1

2. J.Lacan. Seminario 17. Sesión del 20 de mayo de 1970. Ed. Paidós.

3. Sebastián Minuet. Cuenta de IG.

4.  J. Lacan. "La subversión del sujeto..." Escritos II. 1958. Ed. S.XXI.

5. Idem

6. J. Lacan. Seminario 11. Sesión de 13 de mayo 1964. Ed. Paidós

7. Isidoro Vegh. El abanico de los goces. Cap. V: el goce a-sexuado y sus enlaces. Letra Viva, Bs. As., Septiembre del 2010.

8. J. Lacan. "La subversión del sujeto..." Escritos II. 1958. Ed. S.XXI.

9. J. Lacan. Seminario 16. Sesión del 5 de marzo de 1969. Ed. Paidós.

10. J.Lacan. Seminario 7. Sesión del 27 de enero de 1960. Ed. Paidós

11. Psicocorreo & Arte: https://psicocorreo.tumblr.com/ 

12. J. Lacan. "La subversión del sujeto..." Escritos II. 1958. Ed. S.XXI.

13. J. Lacan. Seminario 10. Sesión del 5 de junio de 1963.

14. Lacan Entrevista Revista Panorama. 1974.

Arte: K. Hokusai

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