ASOCIACIÓN "LIBRE" Y TÉCNICA ANALÍTICA

 

 

“Aquel que me interroga

Sabe también leerme”

Jacques Lacan

“Television”. Otros Escritos

Uno de los pilares de la teoría psicoanalítica –y de técnica que se deriva de ella- es la llamada asociación libre. Lo primero que tenemos que tener en cuenta al conceptualizarla, es que Freud -luego de abandonar la hipnosis- pone en práctica el método catártico que su colega Breuer ya aplicaba. Justamente porque la sugestión (hipnótica) no hacía más que “ocultar” el sufrimiento del paciente para reaparecer después del letargo, del adormecimiento. Es decir que el mismo Freud apuesta a otra manera de paliar el padecimiento que la medicina de ese tiempo no podía tratar ni curar, y propone a los pacientes hablar: y de aquí surge la asociación libre.

En principio –pues el método luego va a cambiar radicalmente con Lacan- se trata de hablar para evocar esos sucesos traumáticos que -al estar bajo los efectos de la represión-  son causantes del padecimiento. Es preciso subrayar que así entendida la asociación libre es consecuente con el concepto de inconsciente en la teoría freudiana, como aquello que estando reprimido, expulsado de la consciencia, habría que develar en el tratamiento: “el analizando no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa, no lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace. (…) De las reacciones de repetición, que se muestran en la trasferencia, los caminos consabidos llevan luego al despertar de los recuerdos, que, vencidas las resistencias, sobrevienen con facilidad”. “Recordar, repetir, reelaborar” (1914).

Sin embargo, parafraseando a Eduardo García Dupont,  Freud era un optimista al principio, creía que analizar era hablar (asociar libremente), el paciente rememoraba, se producía una catarsis, y se curaba. Sin embargo, posteriormente se encuentra con que la cuestión no era tan sencilla, el sufrimiento persistía a pesar de hablar: había algo que se convertía en un obstáculo, en una resistencia al tratamiento. (1)

En este punto es importante destacar algunos antecedentes de la técnica analítica. Ya en el siglo IV A.C existía la parresía, (en griego παρρησία: παν = todo + ρησις / ρημα = locución / discurso) donde –como explica Foucault– “el hablante usa su libertad y elige la franqueza en vez de la persuasión”. Desde la antigüedad se sabía que la palabra tenía efectos, aunque el psicoanálisis surgiera muchos siglos después. No obstante –veremos seguidamente- “el uso de la libertad y la elección de la franqueza en vez de la persuasión” se dirige al maestro (al analista) y no al discípulo (analizante).

Sócrates es un heredero de la parresía, al emplear la Mayéutica que como técnica “consiste en hacer preguntas al interlocutor mediante las que éste va descubriendo conceptos generales que le ayudan a ver la luz” (2).

La teoría psicoanalítica fue reformulada por Jacques Lacan, y este aspecto, obviamente, no quedó intacto. La consigna es “hable”, no es “le pido que recuerde eso ‘traumático’ del pasado”. El puntapié inicial de la asociación libre es la demanda del analista: se le pide al paciente que (le) hable ¿pero de qué? Vayamos a “La dirección de la cura y los principios de su poder” (1958), donde el maestro francés sostiene que: “el analista es el hombre a quien se habla y a quien se habla libremente. (…) El sujeto invitado a hablar en el análisis no muestra en lo que dice, a decir verdad, una gran libertad. (…) Nada más temible que decir algo que podría ser verdad. Porque podría llegar a serlo del todo, si lo fuese, y Dios sabe lo que sucede cuando algo, por ser verdad, no puede ya volver a entrar en la duda. ¿Es éste el procedimiento del análisis: un progreso de la verdad? (…)  Que es más allá del discurso donde se acomoda nuestra acción de escuchar, (…) lo que escucho es de entendimiento. El entendimiento no me obliga a comprender. (…) A lo que oigo, sin duda, no tengo nada que replicar, si no comprendo nada de ello, o si comprendiendo algo, estoy seguro de equivocarme. (…) Todo el mundo está de acuerdo en que frustro al hablante, y aunque a él en muy primer lugar, también a mí mismo. ¿Por qué? Si lo frustro, es que me pide algo. Que le responda, justamente. Pero él sabe bien que no serían más que palabras. Como las que puede obtener de quien quiera. Ni siquiera es seguro que me agradecería que fuesen buenas palabras, menos aún malas. Esas palabras, no me las pide. Me pide..., por el hecho de que habla: su demanda es intransitiva, no supone ningún objeto (…) Pero esa demanda, él lo sabe, puede esperar. Su demanda presente no tiene nada que ver con eso, incluso no es la suya, porque después de todo soy yo quien le ha ofrecido hablar. (El sujeto sólo es aquí transitivo.) He logrado en suma lo que en el campo del comercio ordinario quisieran poder realizar tan fácilmente: con oferta, he creado demanda (…) Uno no se cura porque rememora. Uno rememora porque se cura”

No se trata de recordar, rememorar esos sucesos traumáticos. El planteo de Lacan es diametralmente opuesto. No hay libertad al elegir de qué hablar, porque Eso habla aunque voluntariamente no se quiera. La cuestión está en reconocer que es el analista quien dirige el proceso analítico y no el paciente.



En el Seminario XVI, en la sesión del 4 de diciembre de 1968 dirá que “¿Qué justifica la regla con la que se instaura la práctica psicoanalítica, esa muy tontamente llamada de asociación libre? Libre no quiere decir más que dar licencia al sujeto. Licenciar al sujeto es una operación no obligatoriamente lograda. No siempre basta licenciar a alguien para que se marche. Lo que justifica esta regla es que la verdad precisamente no se dice por un sujeto, pero se sufre”.

Aquí rescato un comentario que hizo de esta cita el colega Sebastián Minuet, quien sostiene que “en la confesión el sufriente debe confesarse, en el análisis es el Otro quien debe hacerlo, ese Dios debe dar cuenta de su apetito”. ¿Quién habla ante el analista?? Ciertamente no es el sujeto que queda libre, licenciado, para que hable la verdad que (se) sufre aunque (él) no sepa por qué. El mismo colega también dice algo muy interesante al respecto: “si el analista tiene que leer es porque lo inconsciente es analfabeto. Cosa que Descartes le confió a Dios”. Aquí hay una gran diferencia de la técnica analítica respecto de la parresía o la Mayéutica. El sujeto no es aquél que piensa (engañado) a través Dios. “Yo pienso, luego existo” el psicoanálisis lo leerá como “Soy donde no pienso” o “Pienso donde no soy”. El sujeto de lo inconsciente no es el pensamiento. Desarrollaré luego este aspecto del sujeto y el pensamiento.

En el seminario XVII, en la sesión del 14 de enero de 1970, Lacan dice algo más al respecto: “el analista le dice al que se dispone a empezar `Vamos, diga cualquier cosa, será maravilloso’. (…) Puedo decir lo que sea y siempre resultará. Esto no le pasa a uno todos los días. (…) Lo que se espera de un psicoanalista es que haga funcionar su saber como término de verdad”

El analista hace funcionar el saber (inconsciente) por intermedio de la asociación libre (verdad). El sujeto no sabe lo que dice pero la técnica funciona si -y solo si-dice cualquier cosa. La verdad está en aquello que el sujeto (no sabe) en lo está diciendo, ¿acaso cualquier cosa?

Este punto creo que queda esclarecido por las siguientes citas

En el seminario XVIII: “El discurso del analista no es otra cosa que la lógica de la acción. (…) De lo que se va a tratar hoy es de la situación por relación a la verdad que resulta de lo que se llama la libre asociación, dicho de otro modo, un libre empleo de la palabra. Nunca hablé de eso más que con ironía. No hay más libre asociación que lo que se podría decir que es libre,  una variable ligada en una función matemática, y la función definida por el discurso analítico muy evidentemente no es libre: está ligada” sesión del 17 de febrero de 1971.

Y el seminario XIX: “Naturalmente, la asociación no es libre. Si fuese libre, no tendría interés alguno. Pero es lo mismo que la palabrería, está hecha para domesticar al pajarito. La asociación, se entiende que está ligada. No veo cuál sería su interés si fuese libre. Como no habla alguien sino el Uno, podemos ver hasta qué punto la palabrería en cuestión está ligada, porque es muy demostrativa. (…) El esclavo nunca es esclavo si no es a partir de la esencia del amo. Y en cuanto al amo, si no hubiera S2, el saber del esclavo, ¿qué haría él con su esencia?”. Sesión del 15 de marzo de 1972.

La asociación no es libre: está ligada al (saber) inconsciente, y el analista ocupa un lugar en ese saber. La técnica consiste en que el sujeto hable, que diga cualquier cosa, aunque la considere irrelevante. Pero el discurso del analista es la lógica de la acción, y tal como sostiene Marcelo Augusto Pérez, “pone a funcionar el saber en el lugar de la verdad”. A eso se refiere Lacan al enunciar que  el saber del esclavo es a partir de la esencia del amo. Nadie sabe lo que dice hasta que eso es escuchado en un análisis.

Como si esto no alcanzara, el maestro francés vuelve a insistir con la asociación libre pero esta vez con algo nuevo: “El sujeto no es aquél que piensa, el sujeto es propiamente aquel que comprometemos… ¿a qué? No — como nosotros se lo decimos, así, para encantarlo — a decir todo… (…) Pero que se pueda decir tonterías, todo está ahí. Es con eso que vamos a hacer el análisis, y que entramos en el nuevo sujeto que es el del inconsciente. Es justamente en la medida en que él acepta no pensar más, el buen hombre, que se sabrá de ello quizá un poquito más, y que se sacarán algunas consecuencias de los dichos, de los dichos, justamente, de los que uno no puede desdecirse. Es eso lo que es la regla del juego” Seminario XX, sesión del 19 de diciembre de 1972. “El inconsciente no es que el ser piense, (…) es que el ser, hablando, goce y, yo añado, no quiera nada, saber nada más de eso. Añado que esto quiere decir no saber nada de nada” Sesión del 8 de mayo de 1973.

“Diga cualquier cosa”: hable tonterías, hable sin pensar, y sin querer saber nada de nada. El sujeto que habla en el análisis no es aquél que piensa. No obstante, hay una relación entre la palabra y el pensamiento porque pensamos con palabras. Pero lo inconsciente es un saber que no piensa, no calcula, no juzga.

El mismo Lacan enunciaba al comienzo de su enseñanza, en el “Discurso de Roma” (1953): “Que sean ustedes expertos en las artes de la dialéctica no exige sin embargo que sean pensadores. Lo que comprenderán fácilmente si se despabilan lo suficiente como para dejar de creer que el pensamiento está supuesto en la palabra. Ya que, además de que la palabra se acomoda muy bien al vacío del pensamiento, la opinión que recibimos de los pensadores es justamente que por el uso que el hombre hace habitualmente de ella, de la palabra, si es que hay algo para pensar respecto de ella, es que le ha sido dada para ocultar su pensamiento”

Hacia el final de su enseñanza Lacan dice –respecto a esto de la palabra y el pensar- que "Eso es el inconsciente, uno está guiado por palabras con las cuales uno no comprende nada". Seminario XXIV. Sesión del 26 de febrero de 1977.

 “En el análisis no se piensa cualquier cosa y no obstante es seguramente a lo que se tiende en la asociación llamada libre: se querría pensar cualquier cosa” Seminario XXV, sesión del 11 de abril de 1978.

En el Discurso de Tokio (1971) ya había enunciado algo respecto de la técnica analítica y la asociación libre: “El psicoanálisis no es una ascesis, es una técnica, un artefacto muy preciso que está destinado a entrar en algo cuya verdadera naturaleza se trata justamente de concebir. (…) El psicoanálisis es una técnica bastante precisa que juega sobre esta regla que uno le da al paciente de decir lo que se le ocurra. Naturalmente, uno lo orienta un poco hacia lo que podría ser interesante, se le enseña a ir un poco más allá de lo que comporta lo que se llama la confesión. Se les dice que es mejor que no se detengan por nada, incluso por cosas que pueden parecerles indiferentes o de mala educación, que las digan, como les vengan a la mente. (…) No nos percatamos de que todo un fragmento, todo un parágrafo de lo que acaba de ser dicho, todo su peso particular, quiere decir algo que no es desde luego el texto. Es ahí que entramos en lo que es importante en lo que yo enseño: quiere decir pero no es suficiente querer. Uno quiere decir pero lo que uno quiere decir está en general pifiado. Es ahí que la oreja del psicoanalista interviene, a saber que se percata de lo que el otro verdaderamente quería decir. Y lo que quería decir, en general, no es lo que está en el texto”

Demos un ejemplo para justificar ésta última cita y obviamente articularla respecto de las anteriores. Una persona me dice que “todas las mujeres son putas”.  La frase me llamó mucho la atención, pero no por su contenido moral, sino por cómo estaba dicho: TODAS (las mujeres) son PUTAS. Cierta vez este sujeto dijo obviamente sin saber –en medio de un partido de truco, un juego de naipes argentino para quien no lo conozca- “ahora estamos como las PUTAS, tenemos que “DECIR TODO QUE SÍ”. Vemos entonces que el texto no está en lo dicho, lo que verdaderamente quería decir con “putas” es que tienen que “decir a todo que sí”. Vemos que nadie usa libremente la palabra, la palabrería está hecha para domesticar al pajarito. ¿Qué interés tendría si fuera libre? Hay algo que ese sujeto, al decir esa tontería, esa barrabasada, no sabe. Justamente aquello que tiene que ver con su posición subjetiva: que (todos) los demás tienen que decirme (a todo) que sí. Ese saber (del Otro) es lo que (le) hace sufrir, aunque no sepa. Y es aquí donde el analista tiene que intervenir sobre ese texto para hacerlo legible.

A esto se refiere Lacan cuando enuncia que “El analista se distingue en que hace, de una función que es común a todos los hombres, un uso que no está al alcance de todo el mundo cuando porta la palabra” Variantes de la cura-tipo. Y como si esto no bastara, reitera en el seminario XI que “No basta con que el analista sirva de soporte a la función de Tiresias, también es preciso, como dice Apollinaire, que tenga tetas” sesión del 24 de junio de 1964.

Para concluir entonces, la técnica analítica se trata de una lógica muy precisa, y la asociación no es libre porque no hay “libre” empleo de la palabra: sufrimos porque no sabemos lo que decimos al hablar, o al establecer vínculos con los otros con quienes nos relacionamos en el día a día. El problema neurótico es que creemos que los demás están exentos de sufrimiento: -o como diríamos a la criolla- “fulano la tiene atada”. Pero el psicoanálisis vino a decirnos que conviene estar advertidos –como decía Borges- “de nuestras piadosas imposibilidades”.

 

Juan Pablo Moscardi

Asociación Libre y técnica analítica.

IX-2021

Citas:

(1)    https://www.youtube.com/watch?v=8OU06zawDtI

(2)    El método socrático y el modelo de van Hiele. Andrés de la Torre Gomez. Universidad de Antioquia Medellin, Colombia.

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