NO HAY RELACION SEXUAL

 

“Todo coitus es interruptus”

Jacques Lacan.

Seminario X.

Sesión del 6 de marzo de 1963

 

 

El psicoanálisis lacaniano descubre que “no hay relación sexual”. Alrededor de esta afirmación giran muchas interpretaciones -que nada tienen que ver con la esencia del concepto- por ejemplo, que “los hombres no están hechos para las mujeres” o que “en la mujer hay un goce que no encuadra en el falo”, etc etc.

No obstante, el quid de la cuestión reside en que no hay relación entre el lenguaje y el ser hablante. Dejo en suspenso, por ahora, a qué me refiero con “no hay”.

En el seminario XVIII, en la sesión del 10 de marzo de 1971, Lacan dice que “la palabra, en otros términos, sobrepasa al hablador, siempre. El hablador es un hablado, eso es lo que de todos modos desde hace un tiempo yo enuncio”. Entonces, la relación entre la palabra y quien habla, no es tan sencilla. ¿Por qué? Aquí es necesario hacer una distinción que el mismo Lacan señala en la misma sesión: “Ustedes comprenden bien que si la escritura, eso puede servir para algo, es justamente porque es diferente de la palabra, de la palabra que puede apoyarse sobre”. El lenguaje se soporta en la escritura, y no al revés, como intuitivamente creemos. O sea, el escrito no es producto de la palabra hablada. Asocio a esta idea al “no hay” que subrayé al principio: no se puede describir  esta relación entre la palabra hablada y la escritura. O para decirlo en otros términos, no hay modo de-escribir esa relación, porque siempre es fallada. En esta misma sesión Lacan es clarísimo al respecto: “¿Qué quiere decir eso, la escritura? A pesar de todo es preciso delimitar un poco. Es totalmente claro y cierto, cuando vemos, en fin, lo que es corriente llamar la escritura, que es algo que de alguna manera se repercute sobre la palabra. Sobre el hábitat de la palabra, pienso que la últimas veces ya hemos dicho bastantes cosas, como para ver que nuestro descubrimiento, al menos, se articula estrechamente con el hecho de que no hay relación sexual, tal como la he definido, o, si ustedes quieren, que la relación sexual, es la palabra misma. (…) Sea como sea actualmente, esto es lo que quiero decir, es que eso no puede escribirse sin hacer entrar en función algo un poco raro— porque, justamente, uno no sabe nada de su sexo — lo que se llama el falo. Φ  Es todo lo que se llega a escribir”

Con lo cual, el falo es aquello que repercute en la palabra hablada, es todo lo que se llega a escribir.  En el seminario XIX, en la sesión del 8 de diciembre de 1972, Lacan insiste con esta idea, al enunciar que “la relación sexual determina todo lo que se elabora de un discurso cuya naturaleza es ser un discurso quebrado”. Como si esto no fuera suficiente, en el seminario XXIII, en la sesión del 16 de marzo de 1976, agrega que “esta letra sitúa las relaciones de lo que llamaré una función de fonación. Esta es la esencia del Φ, contrariamente a lo que se cree”.

Entonces, el falo cumple una función, que es hacer posible que el sujeto hable, ni más ni menos. Pero al hablar se produce –irremediablemente- una pérdida, que Lacan bautizó como el objeto (a). Y aquí es donde radica el problema, justamente porque el sujeto, al hablar, cree que puede reencontrar eso que está perdido. Para ilustrar esto, vayamos al Seminario X, en la sesión del 30 de enero de 1963, donde Lacan enuncia que “les he dicho, en suma, en un tiempo… que no hay falta en lo real, la falta no es aprehensible más que por intermedio de lo simbólico. Esto es, a nivel de la biblioteca, lo que hace que uno pueda decir: “aquí, el volumen tanto falta en su lugar”; este lugar es un lugar designado, ya, por la introducción, en lo real, de lo simbólico. Y esto, esta falta aquí de la que hablo, esta falta que el símbolo de alguna manera colma fácilmente, designa el lugar, designa la ausencia, presentifica lo que no está ahí”.

Cabe preguntarnos a esta altura, ¿qué diferencia hay entre la escritura y la palabra? Haciendo eco de esta útima cita, Lacan dice en  “Función y Campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” (1953) que: “por la palabra que es ya una presencia hecha de ausencia, la ausencia misma viene  nombrarse en un momento original cuya recreación perpetua captó el genio de Freud en el juego del niño”.

La palabra entonces, hace que la escritura sea discontinua, o sea, que la demanda del Otro se descomplete, que funcione como no-toda, es decir, que el sujeto no sea el objeto que ese Otro demanda. Aunque el neurótico -tal como Lacan lo define en “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo…”- es aquel que identifica la falta del Otro con su demanda, Φ con D. Resulta de ello que la demanda del Otro toma función de objeto en su fantasma, es decir que su fantasma se reduce a la pulsión: ($D)"

Para enunciarlo en otros términos: el falo, Φ,  escribe la demanda del Otro,  pero no la significa. Demos un ejemplo. Recuerdo las palabras de una madre que le decía –junto con una amiga- a sus hijos: “no comemos cuando jugamos, y no jugamos cuando comemos”. Entonces la pulsión oral  quedará enmarcada en esa demanda del Otro: “no comemos cuando jugamos”. El significante “jugar” representa al sujeto para otro(s) signifcante(s): comer, o dormir, etc. Los niños demandan jugar,  pero el Otro significa eso y escribe otro significante: comida. El significante hace corte, es decir, de la escritura, hace metáfora: una palabra (juego) por otra palabra (comida).

No hay relación sexual, justamente porque no hay copulación entre lo real (escritura) y lo simbólico (significante), el sujeto no es más que un equívoco en el decir del Otro.

 

Juan Pablo Moscardi

“No hay relación sexual”

XI-2021

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