EL FANTASMA [NEURÓTICO] ES PERVERSO

"El molino ya no está; 

pero el viento sigue, todavía"

VAN GOGH, carta a Théo.

Uno de los conceptos más complejos del psicoanálisis lacaniano es el fantasma. A lo largo de toda su enseñanza, Lacan habla muchas veces del término, hasta desarrollarlo extensamente en el seminario XIV  titulado “La lógica del fantasma”.

Un primer aspecto a resaltar es que el concepto tiene sus raíces freudianas, aunque –según veremos- se diferencian enormemente. Para facilitar la lectura de esas diferencias, en principio, repasemos la tesis freudiana para después cotejarla con la propuesta lacaniana.  

En el viraje que hace de su teoría del trauma hacia la fantasía de la seducción, Freud llega a una conclusión: “los neuróticos sufren de reminiscencias”. O tal como le escribiera a Fliess en 1897: “ya no creo en mis neuróticos”.  Es decir, la cuestión queda entonces delimitada a responder al porqué del sufrimiento de los pacientes neuróticos: ¿Recuerdos, traumas o fantasías? Al respecto Freud dice algo muy interesante en el texto “Pegan a un niño” (1919): “las fantasías de paliza tienen una historia evolutiva nada simple, en cuyo trascurso su mayor parte cambia más de una vez: su vínculo con la persona fantaseadora, su objeto, contenido y significado”.  Como vemos, para Freud las fantasías cambian en el devenir de la vida (consciente) del neurótico. Pero las reminiscencias quedan intactas en el inconsciente, produciendo sufrimiento; esas mociones, cuando superan una cantidad de libido que la represión no logra contener, son enviadas al sistema consciente. De esta manera el propio aparato psíquico –según Freud- tiende a la homeostasis, tal como queda reflejado en “Más allá del principio del placer” (1920).

Fantasma y realidad no van de la mano en la teoría freudiana. Las fantasías serían los anteojos con los cuales los neuróticos conciben –y distorsionan- la realidad objetiva. En este punto es dable recordar aquello que Freud enunciara en “Tres ensayos de teoría sexual” (1905): “la neurosis es el negativo de la perversión”,  es decir, el neurótico fantasea aquello que en el perverso se ve con claridad. Lo cual quiere decir, a mi entender, que Freud concibe al neurótico como alguien que tiene relación con su fantasía pero habiendo operado la represión, esas reminiscencias quedan relegadas en el inconsciente.   Volveré sobre este aspecto a posteriori. Hasta aquí traigo a colación la tesis freudiana.

Para adentrarnos en el pensamiento de Lacan, tenemos que tener en cuenta que el fantasma no es sinónimo de fantasía, al igual que todos los conceptos que el maestro francés desarrolla a lo largo de su enseñanza –por decir algunos: inconsciente, pulsión, repetición, narcisismo- no tienen el mismo anclaje teórico, excepto –claro está- para los freudolacanianos, o aquellos analistas que se dicen lacanianos pero aún así siguen pensando freudianamente.

 No obstante, el fantasma -como dije anteriormente- tiene raíces freudianas. Pero el quid de la cuestión es que –para Lacan- no se trata de la realidad (objetiva) por un lado y la fantasía (subjetiva) por el otro, sino que la realidad ES fantasmática. El alcance de esta afirmación es que no hay ninguna realidad prediscursiva, es decir, el sujeto está en inmixión de Otredad. O para enunciarlo en otros términos, el Otro, la estructura del lenguaje está (a)gujerada; y el fantasma (del sujeto) se soporta en ese agujero. Podemos ver prima facie las diferencias entre la propuesta de Lacan y la tesis de Freud.



Una de las principales críticas de Lacan -como cierta vez me comentara la psicoanalista Julieta Malagrina- es que esas “reminiscencias” no quedan fijas en el inconsciente como si fueran una fotografía, sino que –por efecto del significante- están en movimiento. Esto quiere decir que, como consecuencia del significante, no hay homeostasis (o equilibrio) entre ambos sistemas en términos de placer/displacer. Tampoco se trata de huellas nmémicas (inconscientes) que condicionan la percepción (consciente) del mundo.  En el modelo de Lacan  la pulsión no es una energética, no hay montos o cantidades de mociones psíquicas: la introducción del significante lacaniano subvierte la teoría freudiana. El sujeto del inconsciente está sujetado al Otro, al tesoro de los significantes. La pulsión es la relación entre el sujeto y la demanda del Otro. ¿Por qué hago todo este rodeo? Bueno, justamente porque la demanda funciona en el fantasma neurótico. Cito a Lacan: “el neurótico, en efecto, [histérico, obsesivo o más radicalmente fóbico] es aquel que identifica la falta del Otro con su demanda, Φ con D. Resulta de ello que la demanda del Otro toma función de objeto en su fantasma, es decir que su fantasma se reduce a la pulsión: ( $ ◊ D) La subversión del sujeto y la dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano).

A esta altura entonces, ¿cómo  se entienden, en términos lacanianos, el fantasma, lo inconsciente y la realidad? Primer punto: “el fantasma es una frase con estructura gramatical” (Lacan, seminario XIV, sesión 14 de junio de 1967). Segundo punto: una de las definiciones de lo inconsciente: es el Discurso del Otro, a lo que yo agregaría: portador de significantes que representan al sujeto para otros significantes, que siempre están en rotación -o en movimiento- como enuncié anteriormente. Y tercer punto:”la realidad que hay tras ese uso de falacia del objeto, en el fantasma neurótico, tiene un nombre muy simple, es la demanda” (Lacan, seminario X, sesión del 5 de diciembre de 1962).  Anudemos: el fantasma del sujeto viene dar una respuesta a la demanda del Otro -que no tiene una única respuesta, siempre es metonímica- y se articula a una gramática.  Lo inconsciente es un discurso que divide al sujeto, dejando como resto de esa operación al objeto (a), que no un objeto tangible, sino que es un objeto que representa la falta misma que se produce por el ingreso al leguaje. Este objeto además, es amboceptor, mitad del Otro, mitad del Sujeto. La realidad está determinada por ese objeto. En otras palabras, el objeto (a) es el creador de la realidad en que vive el sujeto, tal como señalamos, la demanda del Otro ($ ◊ D) funciona en el fantasma (del) neurótico ($ ◊ a)

En cuanto al aforismo freudiano “la neurosis es el negativo de la perversión”, en lacanés lo traducimos como “el fantasma neurótico es perverso”. ¿Por qué? Ya dijimos que el fantasma es una respuesta a la Demanda del Otro, que se soporta en el agujero de la estructura del lenguaje. Lo cual implica que el fantasma es renegatorio de la castración del Otro. En este punto es importante que nos detengamos y hagamos una aclaración: en el psicoanálisis lacaniano la fórmula del fantasma no tiene nada que ver con la estructura clínica (no concebimos a la neurosis como es el negativo de la perversión). La escucha no se reduce  a un diagnóstico, sino todo lo contrario: a partir de las herramientas que hagan posible la lectura es que se podrá trabajar el texto de ese saber-no-sabido del sujeto que habla en el análisis. Fabricio Salerno lo dice de esta manera: “en lugar de forzar estructuras clínicas y tratar de introducirlas en la teoría del psicoanálisis, lo que propongo es dialectizarlas, dividirlas, leerlas como un analista; agujerear en ese sentido: poner a funcionar el objeto. Y proponer una serie de investigaciones que propongan arribar a una lectura estructural, estructural no estructuralista. ¿A qué me refiero? A los soportes lógico-matemáticos”

Es decir que el colega se refiere a que no hay estructuras previas que tenemos que conocer para abordar el trabajo clínico, sino que  un analista –para poder leer- opera con determinadas herramientas lógico-matemáticas para des-cifrar el sufrimiento del sujeto.  Coincido plenamente con Fabricio, o sea, él apunta a  los analistas que no queremos andar repitiendo como loros lo que hayan dicho otros analistas (sea Freud, Lacan, o fulano, mengano) sobre qué es un neurótico, o qué es un perverso. Una estructura no viene caminando por la calle, sino que la leemos en función de la interacción en el lazo social. Y para poder leerla en el dispositivo analítico, el asunto radica en formalizar la teoría para poder operar sin pre-juicios, sino con rigor científico.

Para cerrar, vayamos a un ejemplo de la psicopatología del discurso (del Otro):

Un hombre de unos 40 años me cuenta que está resentido con los Bancos, me dice que “son unos estafadores, unos ladrones de mierda. ¡Pero conmigo están desesperados jajaja! Le pregunto ¿Por qué?, ¿Por qué están desesperados? Ante lo cual me cuenta que le ejecutaron todas deudas que él contrajo con las tarjetas de crédito, pero “es incobrable, no van a poder sacarme nada porque no tengo nada a nombre mío”. En otra oportunidad me comentaba que ningún Banco le daría crédito para remontar su emprendimiento personal porque  “yo estoy pegado en todos lados”.

Teniendo en cuenta que la realidad es fantasmática -y obedece a la Demanda de un Otro- donde podemos leer/interrogar el padecimiento del sujeto, leí en silencio: “Resentido porque (los Bancos) le ejecutaron judicialmente (pero es incobrable). Nadie me da crédito.”

En otra oportunidad  me contó que su padre siempre “lo cagaba a cintazos”. Recuerda las palizas constantes. Con especial énfasis me dijo cierta vez que teniendo 9 años había ido a cazar pajaritos, a JUGAR, sin que el padre le haya dado permiso. A la vuelta la paliza que recibió, en sus palabras, “jamás pude olvidarme”. Sin darse cuenta sigue su relato comentándome que todo el dinero que se gastó en tarjetas de crédito eran en realidad gastos comunes, que su sueldo se lo había gastado todo en el casino, “timbeando”. A esta altura, subrayo algo que creo es muy importante en la ética psicoanalítica: que no interviene sobre cuestiones morales, sobre “el bien” o “el mal” de la gente. Es decir, que el analista no opera en función de algún juicio moral sobre el asunto. “Timbear en un casino” no es motivo de cuestionamiento moral, sino que es un significante que tiene una lógica en el discurso, en el discurrir del fantasma del sujeto que habla en el análisis.  Eso que dijo, en función de cómo fue dicho, dice otra cosa. Alguna relación había entre esos los procesos judiciales de ejecución -“incobrables”, según él- porque “se jugó todo” en el casino.  No hay pasado y presente en el discurso. En este sentido recuerdo a Marcelo A. Pérez que señala acertadamente: “el sujeto con el que hablamos en el análisis siempre es un niño, por más que tenga 70 años. La neurosis es infantil (fálica) y punto. Y el colega que no entienda esto no entiende nada de psicoanálisis”. Es decir, la lógica del discurso (analítico) es que el significante re-presenta al sujeto con el que hablamos en el dispositivo.

Al volver a hablar sobre las palizas, “no sé porqué mi papá me pegaba tanto… ¿era para tanto? Nunca voy a saberlo de veras, porque se murió cuando yo tenía 12 años y no puedo preguntárselo ahora”. En una ocasión su padre le dijo: 'Te pego porque te quiero' - 'Y bueno…no me quieras entonces' se responde él (siendo ahora un adulto). Mi hermana es la única de todos los hermanos que no cobró”.

Escucho al adulto (o al yo) que me dice que tiene muchos juicios ejecutivos (que son incobrables) en su contra. Pero en realidad habla un niño dolido por las palizas del padre. No sabe lo que dice cuando habla. O para ser más técnicos: el enjambre de significantes (palizas, timbear, cobrar, jugar, incobrables, pegado) está ligado a un saber-no-sabido, ésa es su particularidad. Y además, este saber no sólo es operativo para arruinarle la vida a una persona, sino que también afecta a los demás que lo rodean. Este sujeto se casó siendo muy joven, y se divorció al poco tiempo de su mujer, con quien tuvo 2 hijos.  Teniendo tarjeta de crédito en conjunto con ella, hizo gastos que nunca pagó. Ante lo cual el banco inició  -allá por el año 1991- la ejecución. Sin adentrarme demasiado en detalles técnicos-jurídicos, diré que fue notificado del juicio en su contra, pero nunca dio aviso a su ex mujer que también estaba co-demandada, en razón de la solidaridad del contrato suscripto oportunamente con el Banco. Pasaron 20 años hasta que la justicia dicta sentencia condenando al pago del crédito adeudado. Y es aquí donde ante el enojo de su ex mujer que también fuera sentenciada -sin saber nada del proceso durante todo ese lapso de tiempo- él respondió: “esta justicia de mierda tardó un montón en dictar una sentencia, ¡qué puedo tener que ver en eso!”. Él no hizo nada, fue el Otro. Léase: si antes eran los  Bancos los estafadores, ahora es la Justicia…

Vemos entonces que la perversión no se trata –como creía Freud- de fantasías que pasan a la consciencia porque no quedan relegadas en el inconsciente, sino que está en la lógica del discurso. El discurso del Otro es lo que se lee en la superficie: “mi hermana fue la única que no cobró”. “Es incobrable”, “a mí no pueden sacarme nada porque no tengo nada a nombre mío”. Si el fantasma [neurótico] es perverso ¿en qué se diferencian la neurosis y la perversión? Podemos pensar esta cuestión en función del falo Φ, la Demanda y el objeto (a). El fantasma tiene una estructura lógica que se articula a una gramática pulsional. De aquí  podemos afirmar que la perversión es una desmentida de la falta del Otro, o sea la Demanda –a diferencia del neurótico- no funciona en el fantasma. Entonces se produce –como plantea Lacan en el seminario XI- una inversión del fantasma (a$) y se coloca la división subjetiva en el partenaire. De esta manera se devuelve el (a) al Otro, renegando (de) su falta. Esto no implica que el neurótico esté por fuera de este mecanismo, porque tampoco se banca la falta del Otro. O para decirlo a la criolla, cuando alguien habla de determinada manera que no nos gusta, en vez de aceptar que fulanito habla así –no porque sea un malvado- sino que está tomado por un discurso ¿acaso no “buscamos” a-callarlo o hacemos que hable diferente?.

En el caso que vengo comentando, la frase gramatical sería: “que le cobren a otro, a mí no van a cobrarme nada” implica justamente desmentir la falta del Otro (las palizas) y colocarla en el partenaire, a la ex mujer a quien el Banco le cobraría la deuda. De esta manera entiendo a la perversión, no es otra cosa que endosarle la angustia al otro, en “obligarlo” (a) que hable de la misma manera en que fui hablado yo (como sujeto). Es así como Lacan enuncia en el seminario XVI que el perverso se dedica a tapar el agujero del Otro. 

Como conclusión, diré que la función del analista es operar sobre un discurso para desarmar la lógica (fálica) que el sujeto sostiene con su posición (fantasmática). “Donde Eso habla, que advenga el sujeto del deseo”.


Juan Pablo Moscardi

El fantasma [neurótico] es perverso.

[ O la perversión está en el discurso]

XII-2021

Arte: Moises Indigo en las Nubes -Cuenta de IG.

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