LAS PULSIONES SON MUDAS
“Me ha despertado una palabra entre mis labios,
una
palabra que parecía pronunciarse así misma.
¿Tendrán
acaso algunas palabras
la
autonomía suficiente
para ejercer su propia iniciativa,
articular
órganos precisos
y ascender la cuesta del sonido?
¿Y quizá alguna de esas palabras
no podrá también prescindir de las
formalidades habituales,
descartar
la fonética
y generarse a solas, por su cuenta?
Tal
vez mañana venga otra palabra,
que nadie ha pronunciado,
a entreabrirme los labios desde afuera.
Entonces perderé para siempre
la administración fugaz de mi silencio
y el control engañoso de mi voz"
Roberto Juarroz. Poesía vertical.
La pulsión es uno de
los fundamentos del psicoanálisis. A pesar de muchas malinterpretaciones que se
hicieron alrededor de este concepto, no deja de ser uno de los más importantes
de nuestra disciplina. La definición que da Freud es ambigua, porque ubica la
fisiología por un lado y lo psíquico por otro lado, llegando a la conclusión
que: “el estímulo pulsional no proviene
del mundo exterior, sino del interior del propio organismo”. Donde “la «pulsión» nos aparece como un concepto
fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un representante psíquico, de
los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma”. Desde
estos argumentos desarrolla después los términos que tienen conexión con el
concepto de pulsión: esfuerzo, meta, objeto, y fuente de la pulsión, entendida
como una “fuerza constante” regida
por el principio del placer que tiende a la homeostasis.
Sin embargo, este concepto está mal planteado en cuanto se refiere a la pulsión
como proveniente del interior del propio organismo.
Al respecto, Jacques
Lacan plantea algo completamente diferente. Si hacemos un recorrido por su obra
podemos advertir que la pulsión tiene que ver con otra cosa que no es
precisamente el interior del propio
organismo, sino con el cuerpo atravesado por el lenguaje.
En la clase del 15 de noviembre de 1977 del seminario 25, enuncia que el
psicoanálisis es una “práctica de la
charlatanería (…) que deshace por la palabra lo que es hecho por la palabra”,
donde también dice que “la pulsión es
algo que no se soporta más que por ser nombrada”. Entonces vemos que la
palabra no es la pulsión, no obstante, se corresponden mutuamente.
En el seminario 23, en
la primera clase del 18 de noviembre de 1975, Lacan enuncia que: “Las pulsiones son el eco en el cuerpo del
hecho de que hay un decir. Para que resuene este decir, para que consuene, otro
término del sinthome madaquin, es preciso que el cuerpo sea sensible a ello. De
hecho, lo es. Es que el cuerpo tiene algunos orificios, entre los cuales el más
importante es la oreja, porque no puede taponarse, clausurarse, cerrarse. Por
esta vía responde en el cuerpo lo que he llamado la voz. Lo molesto, por
cierto, es que no está solo la oreja, y que la mirada compite notablemente con
ella”. En esta definición podemos leer
que las pulsiones no provienen del interior del organismo como creía Freud, y
tampoco están el límite entre lo anímico y lo somático. El planteo de Lacan es
justamente lo contrario, las pulsiones son el eco en el cuerpo donde resuena el decir del Otro: es algo que viene del
exterior. Y el cuerpo no es el organismo biológico sino que es algo que se
construye y está atravesado por el lenguaje.
La pulsión nos muestra que el sujeto está
co-implicado en la Demanda del Otro, que Lacan matematiza: $◇D.
Si vamos al seminario
22, en la clase del 18 de marzo de 1975
leemos: "Nada que decir sobre el
noúmeno, sino que la percepción tiene valor de engaño. Pero por qué no hacer
observar ahí que somos nosotros quienes la decimos engaño, a esta percepción
pues la percepción propiamente dicha, no dice nada, precisamente. Ella no dice,
somos nosotros quienes la hacemos decir.
Nosotros hablamos solitos. Esto es precisamente lo que yo digo a
propósito de cualquier decir: nosotros prestamos nuestra voz. Eso, es una
consecuencia. El decir, no es la voz: el decir es un acto"
Nadie habla, somos hablados por el Otro. Nosotros prestamos nuestra voz, pero el decir es (la palabra) del Otro. Las pulsiones son mudas, lo que llega como la palabra del Otro no es qué dice, sino cómo lo dice.
Y la demanda del Otro -a la cual el
Sujeto está implicado como dije anteriormente- es siempre demanda de otra cosa.
Parafraseando a Marcelo
A.Pérez, la demanda es inconsciente y toda demanda es demanda de amor; no se
trata del pedido –el vaso de agua, por ejemplo- sino que es imposible que haya una
respuesta única ante la demanda. En este sentido, y siguiendo la lógica
lacaniana, el oído –el agujero donde
resuena ese decir del Otro- es “la vía por la cual responde en el cuerpo lo
que he llamado la voz”. Las pulsiones
son mudas porque la palabra del Otro en el decir, nunca coincide con lo que se
dice. ¿Por qué? cito nuevamente a Marcelo A. Perez en este punto: “detrás de todo enunciado hay un sujeto de
la enunciación”.
Vayamos unos años
antes, en el seminario 20, en la clase del 19 de diciembre de 1972: “el decir es justamente lo que queda
olvidado detrás de lo que es dicho en lo que se escucha” En esta cita
podemos ver que Lacan nos orienta en que el problema no está en lo dicho… la
pulsión no es la palabra ¿algo más para agregar?
En el seminario 17, en
la clase del 11 de febrero de 1970, dirá
insistentemente que “el saber -porque el
saber creo haber insistido lo suficiente para que les entre en la cabeza- el
saber es otra cosa que se dice; que es el decir. Y bien, el saber habla solo,
he ahí el Inconsciente” Vemos entonces que el saber se dice aunque no se
sepa, el Sujeto no sabe lo que dice cuando habla.
Por ejemplo: si alguien
dice “soy un desastre porque ayer me fumé
un porro”, tenemos que leer el decir, o sea, dejar de lado el dicho
para centrarnos en la demanda pulsional, ¿quién dice Eso? ¿De quién es la
palabra, del Otro o del Sujeto? ¿"Soy un desastre"/ porque / "ayer me fumé un porro" ?
Siguiendo en el
recorrido por la obra de Lacan, nos encontramos que en el seminario 11, en la
clase del 6 de mayo de 1964, donde dice: “Es
evidente que la gente con la que tratamos, los pacientes, no están satisfechos,
como se dice, con lo que son. Y no
obstante, sabemos que todo lo que ellos son, lo que viven, aun sus síntomas,
tiene que ver con la satisfacción. Satisfacen algo que sin duda va en contra de
lo que podría satisfacerlos, lo satisfacen en el sentido que cumplen con lo que
ese algo exige. No se contentan con su estado, pero aún así, en ese estado de
tan poco contento, se contentan. El asunto está justamente en saber qué es ese se
que queda allí contentado. (…) Digamos que para una satisfacción de esa índole,
penan demasiado.” Y en esa misma clase, Lacan se refiere a la función del
objeto de satisfacción que la pulsión le da la vuelta, lo contornea.
Ese “algo” que se
satisface ¿qué es? Es interesante que Lacan lo diga en la misma clase en la que
trabaja el objeto de la pulsión. Y esto, sin lugar a dudas, nos lleva a otro
problema, ¿hay un objeto adecuado para la satisfacción de la pulsión? Marcelo
A. Perez sostiene que “la neurosis es la
prueba de que hay un real que empuja y que la pulsión se vale de cualquier
tapa-agujero para satisfacerse” Aclaramos que goce no es lo mismo que pulsión
según veremos más adelante.
En esta misma dirección, volvemos
al seminario 20, en la Clase del 13 de febrero de 1973: “Todas las necesidades del ser hablante están contaminadas por el hecho
de estar implicadas en otra satisfacción (…) es precisamente lo que se
satisface en el nivel del inconsciente, en tanto que algo allí se
dice, y allí no se dice, si es cierto que está estructurado como un
lenguaje; (…) el goce del cual depende esta otra satisfacción, se
soporta en el lenguaje”
La necesidad queda abolida desde que ingresamos al lenguaje. En palabras de Isidoro Vegh: “el lenguaje nos otorga libertad; podemos comer variedad de alimentos, mientras que la vaca sólo come pasto. Pero tendemos a comer lo que nos hace mal. De más o de menos. Perdimos lo que define al instinto de la hormiguita, una fuerza que sabe qué objeto le conviene”
Y esta afirmación se refuerza más todavía con esta cita del seminario 7, en la clase del 4 de mayo de 1960: “problema del goce en tanto es algo que se presenta oculto en un campo central, con los caracteres de inaccesibilidad, de oscuridad, de opacidad, y para decirlo todo, en un campo cercado por una barrera que vuelve el acceso para el sujeto más que difícil, inaccesible quizás en tanto que el goce se presenta no pura y simplemente como la satisfacción de una necesidad, sino como la satisfacción de una pulsión”
El lenguaje es un problema porque la satisfacción
plena es imposible, podríamos pensar que la necesidad queda acorralada por la
palabra del Otro. Las pulsiones son mudas,
se encarnan en la Demanda pero la satisfacción no coincide con el objeto (que
se demanda), nadie come porque tenga hambre y nada más. Como decía el gran
cocinero argentino, “el Gato Dumas”, se come también con los ojos, con el
aroma… o también se puede “comer” como un bulímico, que come mucho para
reventar después. ¿Podemos advertir por qué el goce es un problema, cuando se
trata de la satisfacción pulsional?
Las pulsiones son
mudas, no hablan hasta ser escuchadas por un analista. Allí se abre la posibilidad
de apaciguar, a través de la palabra, el sufrimiento del sujeto.
Juan Pablo Moscardi
Las pulsiones son mudas
VII-2021
Citas:
S. Freud. "Pulsión y destinos de la pulsión". Ed. Amorrortu
Marcelo
Augusto Pérez. http://psicocorreo.blogspot.com/
Isidoro
Vegh. Senderos del análisis. Progresiones y regresiones. Ed. Paidós.
Arte: Pablo Picasso.
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