LA RESPONSABILIDAD DEL ANALISTA

 

“El psicoanalista sin duda dirige la cura. El primer principio de esta cura, el que le deletrean en primer lugar, y que vuelve a encontrar en todas partes en su formación hasta el punto de que se impregna en él, es que no debe dirigir al paciente”

Jacques Lacan. La dirección de la cura y los principios de su poder.


El problema de la responsabilidad subjetiva en psicoanálisis es un tema complejo. Hay quienes sostienen que el sujeto (la persona) que visita el consultorio debe “hacerse cargo” de aquello por lo cual sufre. Frase que obviamente cae por su propio peso, porque si alguien visita a un analista, no elude su malestar, sino que se está responsabilizando del mismo. Me refiero, por supuesto, a aquellos que piden el espacio de palabra para escucharse, o sea demandan el análisis y piden ayuda para poder trabajar/elaborar su padecimiento. No obstante, la cuestión tiene matices que es necesario, a mí entender, dilucidar.

En principio, podemos preguntarnos ¿de dónde surge este problema de la responsabilidad subjetiva?

Jacques Lacan enunció, al comienzo de su seminario XIII el 1 de diciembre de 1965: “De nuestra posición de sujeto somos siempre responsables”. [1] Esta afirmación, como muchas otras, se ha malinterpretado. El quid de la cuestión reside en que los propios analistas no advirtieron que el maestro francés, al enseñar, estaba en posición de analizante. Consecuentemente, la tarea de sus discípulos-analistas era leerlo. Y el trabajo de lectura no se reduce a repetir frases o tomarlas de manera “literal”. De aquí que la (mala) lectura que se hizo de esta frase fue que el sujeto es responsable de la posición que tiene ante el Otro; cuando en realidad la responsabilidad a la que se refiere Lacan es la concepción teórica, y el trabajo clínico que el analista hace con ese sujeto.

Si vamos unos años antes, más precisamente en el seminario X, en la sesión del 12 de diciembre de 1962, Lacan enuncia: “Es muy cierto que nuestra justificación, como nuestro deber, es mejorar la posición del sujeto”. Con lo cual no deja margen de duda respecto de quién es responsable de la posición del sujeto. Pero mejor vayamos puntuando de a poco, porque aquí surgen algunos interrogantes. ¿Quién es sujeto? ¿Y el analista? Ciertamente no se trata de personas, sino de dos variables que cumplen una determinada función dentro del dispositivo analítico.   



En el seminario XVI, en la primera sesión del 13 de noviembre de 1968 Lacan plantea al respecto: “¿Qué hacemos en el análisis sino instaurar mediante la regla un discurso? ¿Este discurso es tal que el sujeto suspende allí qué? Lo que constituye precisamente su función de sujeto. El sujeto está eximido de sostener su discurso con un yo digo. Hablar es distinto de plantear yo digo lo que acabo de enunciar"



El sujeto que se constituye en el discurso analítico está eximido de responsabilidad acerca de lo que dice en el análisis. Y esto es así porque el inconsciente para Lacan es el Discurso del Otro. En este punto hago eco de las palabras de Juan Manuel Martínez: “No se trata –como pensaba Freud- de una bolsa donde residen -por efecto de la represión- recuerdos, pulsiones, sexualidad etc etc. Tampoco se trata de recordar aquello que se sabía pero estaba olvidado (…) El saber no está en lo dicho, porque si el saber estuviera en lo dicho, la persona sabría lo que dice. Para Lacan el gran descubrimiento del psicoanálisis es que nadie sabe lo que dice porque nadie habla, sino que eso habla en cada uno, y cuando eso habla, habla a pesar de ustedes. No es que ustedes usan al lenguaje, es que el lenguaje los usa a ustedes ¿para qué? Para transmitir un saber del cual ustedes no saben nada, y ese saber es operativo para arruinarle la vida a los pacientes neuróticos” [2]     

Es decir que el dispositivo analítico hace hablar al sujeto, a través de la regla fundamental: “diga cualquier cosa”.  ¿Pero es responsable de eso que dice? Ciertamente no. El analista es a quien le corresponde poner en funcionamiento ese saber del cual el neurótico no sabe nada.

 En el seminario XVII, en la sesión del 14 de enero de 1970 Lacan aporta algo muy novedoso sobre este aspecto: “¿Qué es lo que define al analista? Ya lo he dicho. Siempre dije que el análisis es lo que se espera de un psicoanalista. Pero evidentemente, habría que tratar de entender qué quiere decir lo que se espera de un psicoanalista. Está ahí, tan al alcance de la mano - de todos modos tengo la sensación de que no hago más que repetir -, el trabajo es para mí y el plus de goce para ustedes. Lo que se espera de un psicoanalista es, como dije la última vez, que haga funcionar su saber como término de verdad. Precisamente por eso es por lo que se encierra en un medio decir. Lo dije la última vez y tendré que volver a ello, porque tiene consecuencias. Al analista, y sólo a él, se dirige esa fórmula que he comentado tan a menudo, Wo Es war, sol Ich werden. Si el analista trata de ocupar este lugar arriba a la izquierda que determina su discurso, es precisamente porque no está ahí, en absoluto, por sí mismo. Es ahí donde estaba el plus de goce, el gozar del otro, adonde yo, en tanto profiero el acto psicoanalítico, debo llegar”

Entonces, de lo que se trata en un análisis no es hacer responsable al sujeto de su sufrimiento, sino de posicionarlo de otro modo ante el Otro. El problema del neurótico es que cree estar muy seguro de la realidad que –en el fantasma- tiene un nombre muy simple: es la demanda. Si de algo se sufre es por creer que el Otro nos demanda hacer tal o cual cosa: “tengo que tener este trabajo para mantener a mi familia”, “tengo que estudiar tal carrera universitaria”, etc etc. Lacan lo enunciaba de una manera muy interesante: “el neurótico en efecto, [histérico, obsesivo o más radicalmente fóbico] es aquel que identifica la falta del Otro con su demanda, Φ con D. Resulta de ello que la demanda del Otro toma función de objeto en su fantasma, es decir que su fantasma se reduce a la pulsión: ($D)" [3]

Podemos apreciar entonces que la realidad no es la realidad, sino que está determinada por el fantasma de cada uno, por la demanda del Otro. Es decir, depende de cómo uno fue hablado por el Otro; eso hará que hable de tal manera. La posición del sujeto está determinada por el Otro, pero la cuestión es que el neurótico no sabe –aunque sufra- qué es lo que ese Otro le demanda.

El analista le compete responder allí de manera tal de mostrarle al sujeto que no hay nadie que le demande hacer eso que le hace sufrir, de darle una chance de poder situarse de otro modo. Por ejemplo, yo conozco a una mujer que teniendo un par de títulos universitarios se angustia ante la posibilidad de ganar más y mejor (y no me refiero solamente al aspecto económico). Cierta vez ante la pérdida de un trabajo exclamó: “¡no me voy a rendir nunca, saldré a limpiar inodoros!”. Es ahí donde una intervención puede hacer notar su posición subjetiva. ¿Por qué en vez de limpiar inodoros no podría ser salir a conseguir algún trabajo que tenga que ver con aquello para lo cual estudiaste? Como vemos, no se trata de responsabilizar a quien sufre, sino de ayudarlo a que pueda hacer un movimiento, un cambio en la posición subjetiva. Aunque también es cierto que si el sujeto no se compromete con la parte que le corresponde en el trabajo analítico, no hay posibilidad de avanzar en un análisis. Cierro con una frase de Eduardo García Dupont: “Uno es lo que hace con lo que (se) escuchó en su análisis”


Juan Pablo Moscardi 

La responsabilidad del analista 

[El trabajo del analizante]

X-2021

Arte: subte de Buenos Aires 

Citas:

[1] También se conoce esta sesión como una conferencia titulada "La ciencia y la verdad" en Escritos II. Ed. S.XXI

[2] https://youtu.be/dzqKDI9Q0Qo (29:30)

[3] Lacan, J. La subversión del Sujeto y la dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano. Escritos II. Ed. S.XXI

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