¿Qué nos enseña la perversión acerca de la angustia?.
En el presente trabajo me voy a
referir a la perversión, sobre todo a interrogar el estatuto de la angustia en
dicha estructura. Solemos decir (y posiblemente así sea) que los perversos, al
no angustiarse, no se dirigen al análisis. Sin embargo uno de los lugares donde
Lacan trabaja más fuertemente el tema de la perversión es en el Seminario “La
angustia”. Me centraré en ese momento de su enseñanza, tratando de profundizar
un punto que abordamos en la enseñanza de nuestra cátedra. La pregunta podría
ser: ¿efectivamente no hay angustia en la perversión? ¿Qué relación hay entre
ambas? O ¿qué lugar ocupa dicha angustia? Ciertamente no se presenta ligada a
los síntomas al modo de la histeria, la neurosis obsesiva o la fobia. Partamos
de Freud y sus elaboraciones sobre el fetichismo: el fetichista, frente al
horror que le produce la visión de los genitales femeninos (en la medida en que
le evoca la posibilidad de su propia castración) reniega de la percepción que
al mismo tiempo ha sido conservada. Sustituye la falta de pene por un objeto
fetiche, que utilizará como emblema del triunfo frente a la angustia de
castración.
Renegación, objeto y angustia de
castración serán tres conceptos sobre los que pivoteará este recorrido.
Si bien podemos considerar que este objeto
fetiche freudiano es antecedente del objeto a en Lacan, también es interesante
notar que este “a” postizo, no es el “a” postizo de la neurosis, fácilmente
sustituible por otro, sino que el objeto fetiche perverso es absolutamente
fijo, inmóvil. Esto es importante porque una de las funciones del fetiche es
impedir que al perverso se le revele la identificación del sujeto al a,
paradigma de la posición perversa, como iremos ubicando. Recordemos entonces
que detrás de todas las “ventajas” con respecto a la neurosis en cuanto a la
obtención de la satisfacción sexual, lo que el perverso evita es la angustia de
castración, por medio del mecanismo de renegación que le permite obturar la
falta en la mujer. Castración reconocida y renegada: el uso del fetiche le permite
recuperar el goce perdido por la castración, cosa que el neurótico tiene que
hacer con el síntoma, lo que le implica más sufrimiento que la satisfacción
obtenida por el perverso: fija, inmediata.
Lacan a diferencia de Freud, quien
establece una cierta equivalencia entre angustia señal y angustia de
castración, va a caracterizar la angustia no como señal de la falta sino como
la señal de la carencia del apoyo de la falta. La emergencia del objeto a en el
lugar reservado en la imagen especular para una falta, revelará al sujeto el
momento en que el campo del Otro se abre y el deseo del Otro toma su lugar. La
angustia “lo que no engaña” advendrá entonces en la vacilación del fantasma que
es al mismo tiempo su marco.
Para Lacan la angustia de castración no es
tope; él avanza señalando que cuando Freud habla de angustia de castración está
hablando del objeto imaginarizado como falo en falta; va a plantear entonces
que la angustia no es sin objeto, surge frente a la presencia de algo que tiene
estatuto real: el objeto a. Es, entonces, signo de la presencia de este objeto
y está en relación con el deseo del Otro, en el sentido en que este deseo
apunta a mi ser, a lo que soy como objeto. Respecto de la expresión “deseo del
Otro” me parece que conviene mantener la ambigüedad con la que Lacan lo
caracteriza en el Seminario 10: el deseo del Otro no legalizado por la
intervención de la metáfora paterna. Queda así planteada la angustia de un modo
que se sostendrá a lo largo de toda su enseñanza: el afecto que hace signo en
el cuerpo de la presencia irruptiva de lo real. Me interesa destacar aquí que
lo imaginario no vela la falta; vela al a en tanto real. Por eso su aparición
es falta de la falta; no presentificación de la misma, como frecuentemente se
malentiende en muchas intervenciones psicoanalíticas. Ahora bien, ¿cómo situar
esta angustia en la estructura perversa si el perverso no se angustia? Se
tratará de ubicarla en su partener.
Recordemos que de la operación simbólica
entre el sujeto y el Otro queda un resto, pedazo del propio cuerpo, resto
perdido no especularizable ni simbolizable. El a en tanto real escapa a la
captura narcisística del cuerpo. Es una extimidad; siendo exterior es a la vez
lo más íntimo. Tomando el esquema de tres pisos del Seminario 10 “cuadro de la
división del sujeto”(1) podemos ubicar que la angustia es la fractura que deja
de un lado al goce y del otro al deseo. De ahí su función media que Lacan
esclarece insistiendo en que es media, y no mediadora para resaltar la función
estructural. El nivel de la angustia es constitutivo de la aparición de la
función a. En un primer piso se podría hablar míticamente de sujeto del goce y
una vez franqueada la angustia, en un tercer nivel ubicaríamos el advenimiento
del sujeto deseante, que supone ese tiempo previo de la angustia en que el
objeto cae al campo del Otro.
Pero los desarrollos de Lacan mueven a
situar que el perverso no coloca el a en el campo del Otro a la manera del
neurótico; no ubica en el Otro la causa de su deseo. Se identifica al objeto.
Esto tiene incidencias en el campo del deseo: el mismo es voluntad de goce. El
perverso se identifica a este objeto perdido, si no lo tiene, lo es. El queda
del lado del a y la angustia aparece en el otro. Ahora bien, ¿qué clase de
identificación es esta? No es simbólica, ni imaginaria, es una identificación a
lo real. “… en el sádico y en el masoquista, angustia y objeto se ven llevados
a ocupar el primer plano, un término a expensas del otro. En estas estructuras
se denuncia el vínculo radical de la angustia con el objeto en tanto que cae.
Su función esencial es ser el resto del sujeto, resto como real.”(2) Pero una
identificación que, lejos de conducir al pasaje al acto, se monta sobre una
escena, sobre una ficción. O sea que hay un marco simbólico imaginario para
esta identificación a lo real. Decíamos que el perverso no busca en el otro la
causa de su deseo, él se asume como causa provocando la escisión subjetiva de
su partener enfrentado al objeto. En principio, este fenómeno de la angustia
que aparece en el otro se ve con más claridad en el caso del sadismo. Lacan
sitúa que el deseo sádico no apunta al sufrimiento físico de su víctima; el
sádico sabe que el a está de su lado. Por eso, al presentarse como objeto
(“fetiche negro”, dice Lacan) provocará la angustia de su víctima. Esta
búsqueda de la angustia del otro será el fantasma que sostiene su deseo. Pero
¿qué hay más allá de ese fantasma, qué busca en la laboriosa escena que arma
con características ritualistas? Lacan también destacará que está apuntando a
Otro cuyo goce quiere obtener, Otro que aparece como Dios supremo en maldad.
El masoquista (paradigma de la posición
perversa para Lacan por situarse en esta posición de objeto) nos permite
apresar la función del objeto como deshecho; en esta presentación de sí mismo
como objeto, busca-obtiene la angustia del Otro. “El masoquista, ¿cuál es su
posición? ¿Qué le enmascara su fantasma de ser el objeto de un goce del Otro?
Lo que se busca es, en el Otro, la respuesta a esa caída esencial del sujeto en
su miseria final, y dicha respuesta es la angustia.”(3) A esta búsqueda de la
angustia en el Otro Lacan le otorga valor de función. Transmite que allí está
la clave para captar la verdad de la estructura perversa. ¿Podemos plantear una
diferencia estructural con la neurosis que pasaría por la ubicación de la
angustia, la angustia en el partener?
Por otra parte, la satisfacción ilimitada
del perverso es un fantasma neurótico, ya que el perverso también se encuentra
sometido a la castración, sólo que implementa una estrategia diferente a la
neurótica al identificarse al objeto y dejar así la angustia del lado del Otro.
“Si hay algo que ahora sabemos del perverso es que lo que aparece desde el
exterior como satisfacción sin freno es defensa, y puesta en ejercicio de una
ley en tanto que frena, suspende, detiene al sujeto en su camino al goce. La
voluntad de goce en el perverso es, como en cualquier otro una voluntad que
fracasa, que encuentra su propio límite en el ejercicio mismo del deseo.” (4)
La angustia emerge como señal de un goce
que podría no ser acotado y de lo que el deseo no puede recubrir. Si hay deseo
del Otro es porque este no es completo, la angustia pone al a en el lugar de
esa falla, creando la ilusión del Otro como absoluto.
Será en el Seminario 16 donde Lacan
afirmará que el perverso se dedica a tapar el agujero en el Otro. (5)
Algunas conclusiones: El perverso,
entonces, se identifica a lo real del objeto provocando la angustia del
partener, por lo cual ubica la angustia en el lugar del otro, detrás del cual
está el Otro. También situamos la relación entre el deseo como voluntad de goce
y la ubicación de la angustia, enfatizando su lugar de condición esencial para
captar la verdad de la estructura que propone Lacan. Volcándonos hacia la clínica
nodal, concluyo con una pregunta: ¿se podría pensar la identificación al a y su
consecuente ubicación de la angustia en el lugar del Otro como sinthome
característico de la estructura perversa?
Basz, Gabriela (2014). ¿Qué nos enseña la
perversión acerca de la angustia?. Jornadas Jacques Lacan y la Psicopatología.
Psicopatología Cátedra II - Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
Citas bibliográficas
1- Lacan, J, El Seminario. Libro 10: “La
angustia”, Paidós, Bs As, 2006, p 176
2- Ibid. p 180
3- Ibid. p 178
4- Ibid. p 164
5- Lacan J., El Seminario. Libro 16: “De
otro al otro”, Paidós, Bs As, 2008, p 230
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